La guerra en Ucrania no solo se libra en los frentes de batalla visibles, sino también en los talleres, fábricas y acuerdos diplomáticos que redibujan el equilibrio de poder. Mientras Ucrania ha logrado debilitar parte de la artillería rusa, una amenaza silenciosa ha ido cobrando fuerza: la producción masiva de drones Shahed con apoyo de Corea del Norte. Este eje estratégico entre Moscú y Pyongyang representa una evolución militar, industrial y geopolítica de alto impacto global.
Corea del Norte envía miles de trabajadores a Rusia para fabricar drones
Uno de los componentes más llamativos de esta alianza es el envío de hasta 25.000 trabajadores norcoreanos a la zona económica especial de Alabuga, en la república rusa de Tartaristán. Según fuentes diplomáticas recogidas por medios japoneses y occidentales, su objetivo principal es reforzar la producción de drones Shahed, tecnología de origen iraní que Rusia ha adaptado como arma clave para saturar defensas ucranianas.
La planta de Alabuga, centro neurálgico del programa ruso de drones, produce actualmente unas 2.000 unidades mensuales, pero con esta nueva fuerza laboral se espera alcanzar una producción de hasta 5.000 drones Shahed al mes. Imágenes satelitales recientes confirman una ampliación masiva de la infraestructura industrial, con la construcción de dormitorios colectivos diseñados para albergar a estos trabajadores en condiciones de ocupación permanente.
Drones Shahed: la columna vertebral del ataque ruso
Los drones Shahed se han convertido en el arma más utilizada por Rusia en su ofensiva aérea sobre Ucrania. Se modifican para transportar cargas explosivas más potentes y, en algunos casos, se les añaden componentes de autonomía que los hacen más difíciles de interceptar. Su uso intensivo, con más de 100 drones lanzados por noche en algunas ofensivas, obliga a Ucrania a consumir rápidamente sus defensas antiaéreas, debilitando sus capacidades estratégicas.
La planta de Alabuga, además de producir estos drones, se adapta continuamente para resistir ataques ucranianos. El pasado 15 de junio, un dron Aeroprakt A-22 ucraniano, cargado de explosivos y remolcando un planeador, atacó esta instalación en una táctica inédita que demuestra la guerra tecnológica en evolución.
Reconstrucción militarizada en zonas clave
La participación norcoreana no se limita a la producción militar. También incluye la reconstrucción de zonas devastadas, como la región rusa de Kursk, afectada por la ofensiva ucraniana de agosto de 2024. Según el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, ya se han desplegado 1.000 zapadores norcoreanos y 5.000 obreros civiles para restaurar infraestructuras esenciales.
Este enfoque tiene un trasfondo político: Moscú percibe a los migrantes de Asia Central como potencialmente vulnerables al espionaje o infiltración, por lo que recurre a “migrantes leales” como los norcoreanos. Además, algunos de estos trabajadores firmarán contratos paramilitares con el Ministerio de Defensa ruso, convirtiéndose en una fuerza híbrida, no oficial, pero operativa en el conflicto.
Transferencia tecnológica y rearme norcoreano
Uno de los elementos más críticos de esta alianza es la transferencia tecnológica inversa. Según el general ucraniano Kyrylo Budanov, Rusia está ayudando a Corea del Norte a:
-
Mejorar la precisión de sus misiles balísticos KN-23.
-
Modernizar sus misiles aire-aire de largo alcance.
-
Reforzar la capacidad de lanzamiento desde submarinos nucleares.
Esta asistencia no solo tiene repercusiones en el conflicto ucraniano, sino que también altera el equilibrio militar en Asia Oriental, especialmente en la península de Corea. Pyongyang, además, está desarrollando la infraestructura para producir versiones locales de los drones Shahed, lo que ampliaría drásticamente su capacidad ofensiva contra Corea del Sur y otras potencias regionales.
Factoría rusa de drones Shahed
Un nuevo eje autoritario desafía a Occidente
La cooperación entre Rusia y Corea del Norte no es una simple transacción de recursos por servicios. Representa el surgimiento de un eje autoritario con objetivos compartidos que desafían abiertamente a Estados Unidos, Europa y sus aliados en Asia. Esta alianza incluye no solo colaboración militar e industrial, sino también una narrativa política común contra el orden internacional liderado por Occidente.
La imagen de fábricas rusas operadas por trabajadores norcoreanos, produciendo drones de combate a gran escala, encarna esta transformación. Es una alianza que mezcla mano de obra, transferencia tecnológica, producción militar y reconstrucción con lógica estratégica, en una arquitectura de guerra híbrida y prolongada.
Una alianza con consecuencias globales
La creciente alianza entre Rusia y Corea del Norte en la guerra de Ucrania marca un punto de inflexión. A través del refuerzo de la producción de drones Shahed, la llegada de miles de trabajadores norcoreanos, y la transferencia de capacidades militares avanzadas, Moscú está redefiniendo su estrategia bélica y consolidando un bloque geopolítico con proyección global.
El conflicto ya no se limita al terreno ucraniano. La guerra tecnológica, logística y estratégica se está librando en fábricas, acuerdos de cooperación y laboratorios militares. En este nuevo contexto, la alianza entre Moscú y Pyongyang podría tener consecuencias más allá de Europa del Este, afectando a la seguridad regional en Asia y al equilibrio global de poder.
Fuente: Xataka